Cuando se habla de la problemática social del empleo a menudo se
movilizan categorías que ocultan los criterios político-ideológicos que
las animan. Por ejemplo, la categoría de personas ´inactivas´ de la
Encuesta de Población Activa designa a aquellas que no disponen de un
empleo formal (de mercado), pero oculta que esas personas realizan un
trabajo (o trabajos) al margen del mercado (atención a labores
domésticas, cuidado de personas dependientes, trabajos informales, etc.)
indispensable socialmente. Al calificarlo de ´inactivo´ queda
inmediatamente desvalorizado, estigmatizado e inhábil para generar
derechos públicos (prestaciones, de Seguridad Social, desempleo, etc.).
Estos
días los medios de comunicación se han hecho eco del Informe de la OCDE
que revela entre otros datos que el 23,7% de los españoles entre 15-29
años no están trabajado ni tampoco estudiando en 2010. Y de nuevo se ha
sacado la categoría o etiquetaje Generación Ni-Ni (jóvenes que ni
estudian ni trabajan). ¿Cuál es la génesis de este término y por qué
tiene tanto éxito en su uso mediático-político e incluso entre algunos
académicos?
La Generación Ni-Ni es un término que ha tenido una
notable capacidad de circulación social. Su éxito se debe a que permite
(presuntamente) explicar actitudes juveniles de desánimo para estudiar y
trabajar. Así, un reportaje del diario El País (publicado el
22-VI-2009) afirmaba que «los sociólogos detectan la aparición de un
modelo de actitud adolescente y juvenil: la de los Ni-Ni, caracterizada
por el simultáneo rechazo a la hora de estudiar y trabajar» como
respuesta a una pregunta previa: «¿Ha surgido una generación apática,
desvitalizada, indolente, mecida en el confort familiar?».
También se
han promovido muchos estudios sobre esta generación que se aprecia como
una ´degeneración´. «Se está produciendo una gran quiebra cultural. Los
componentes identitarios de los jóvenes no son ya las ideas, el trabajo,
la clase social, la religión o la familia, sino los gustos y aficiones y
la pertenencia a la misma generación y al mismo género; es decir:
elementos microespaciales, laxos y efímeros», escribe el catedrático de
sociología José Felix Tezanos en su estudio sobre Juventud y Exclusión
Social (2010).
Recientemente tuve ocasión de participar en un
informe para el Consejo Económico Social sobre el mercado de trabajo de
los jóvenes de la Región de Murcia (2012) en el que dedicamos un amplio
capítulo a analizar esta problemática denominada Ni-Ni. Algunas
conclusiones:
1. Se trata de un fenómeno que ha sido cuantificado
estadísticamente de forma muy confusa: no es lo mismo decir que «no
encuentra trabajo» que decir «tiene actitudes de desánimo o de rechazo
para trabajar o para estudiar» (este segundo significado es lo que
realmente quiere expresarse con el atributo Ni-Ni). 2. Estudiando, a
través de entrevistas, las trayectorias de jóvenes se comprobó la
heterogeneidad de condiciones materiales de vida que está detrás de los
proyectos de vida de los jóvenes entrevistados „diferencias de clase o
de situación socioeconómica, o incluso diferencias de origen étnico o
de género invalidan la posibilidad de englobar su realidad en una única
categoría sociológica o existencial (Generación Ni-Ni).
La
experiencia compartida de la precariedad laboral y vital no hace, desde
luego, a una generación, pero sí a una posición social, la del
´precariado´: «Puedo citar con los dedos de una mano los días que he
trabajado con contrato desde marzo hasta aquí» (joven entrevistado en la
investigación). Si observamos las trayectorias de los entrevistados,
aparece un itinerario absolutamente errático, en el cual ningún trabajo
proporciona una carrera coherente, sino que, por el contrario,
apreciamos continuos obstáculos y caídas entremedias de los saltos que
se van dando de un fragmento de trabajo a otro.
¿Acaso las brújulas que
las sociedades han diseñado son capaces de orientar a alguien en esa
errancia en la que está el ´precariado juvenil´ de nuestras sociedades
hoy? Perder la orientación es fácil, y no digamos ya la esperanza y la
ilusión. Cuando Julián o Eladio relatan en sus respectivas entrevistas
la crisis personal vivida en su fase Ni-Ni „y utilizan expresiones como
«por gandulería», «una época mala», «dejadez», etc. para representar su
falta de voluntad para continuar estudiando o para insertarse en el
mundo laboral, están tratando de verbalizar el síntoma del malestar de
todo un estrato de jóvenes que ha perdido las certezas necesarias para
sentir que pueden coger las sendas de sus vidas de forma coherente.
Pero
¿qué sucede cuando todo tu entorno vital emite señales desalentadoras
que cuestionan el gran relato de la escuela y el trabajo como vehículos
de integración social? Pues sucede lo que Richard Sennet anuncia en La
corrosión del carácter (1998): «Sé que un régimen que no proporciona a
los seres humanos ninguna razón profunda para cuidarse entre sí no puede
preservar por mucho tiempo su legitimidad».
Todo apunta a que el
éxito del término Ni-Ni se debe a la construcción de un atributo
estigmatizante para esos estratos del ´precariado´ juvenil. Se trata de
marcar con el atributo de Ni-Ni lo que se concibe como rasgos de
´degeneración´ de la juventud de hoy. El problema de esta construcción
estereotipada de comportamientos anómicos bajo la lógica de la
socioestigmatización es que termina responsabilizando a ellos mismos de
la situación difícil que viven muchos jóvenes. No parece este un camino
muy alentador para abordar la crisis social del empleo que vulnerabiliza
a un buen número de jóvenes.
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