jueves, 19 de abril de 2012

Las banderas nacionalistas ocultan el bosque argentino de Repsol-YPF / José Luis Vidal Coy

Entre tanto ondear de banderas nacionalistas, tanto cruce de acusaciones y tanta estentórea voz, han pasado desapercibidas algunas cosas importantes en el espinoso asunto de la toma de control por el estado argentino del 51% de la petrolera YPF, controlada por Repsol.

Antonio Brufau, el presidente petrolero español, ha tenido éxito en estos últimos días en hacer creer a mucha gente a este lado del Atlántico que nos han quitado nuestra parte en YPF (el 57%), o incluso que nos han arrebatado un trozo de nuestra Repsol. Si el adjetivo posesivo es de aplicación en este caso lo veremos más adelante. Antes de nada, el presidente de Repsol debería explicar por qué razones su compañía estaba teniendo negociaciones secretas para vender a la china Sinopec la parte argentina de la petrolera.

Esto no es ninguna invención ni intoxicación interesada, sino que fue publicado el día 17 de abril, el martes, por el nada sospechoso Finantial Times en su edición electrónica.

Sinopec participa con el 40% en las actividades de Repsol en Brasil. En la información firmada por Miles Johnson en Madrid, Jude Webber en Buenos Aires y Anousha Sakoui en Londres se asegura que la petrolera española quería vender su 57% de YPF a Sinopec por más de diez mil millones de dólares y que no informó previamente al Gobierno argentino ni de sus intenciones ni de las negociaciones “secretas” en curso.

También se dice que Repsol declinó el martes hacer comentarios sobre este asunto. ¿Alguien puede imaginar por qué? Seguro que sí. ¿Podemos deducir de lo que cuenta el FT alguna de las razones que llevaron al Ejecutivo de Cristina Fernández a la expropiación? Quizá. También podía explicar la viuda de Kirchner qué papel juega en todo el asunto el Grupo Petersen, propiedad de la familia Eskenazi, que tiene un 25,46% en YPF.

Cínicamente, Sinopec hizo saber ayer que no es el momento adecuado para entrar en YPF, cuando la semana pasada tenía casi ultimado un preacuerdo con Repsol. Argentina puede que se haya disparado en el pie, como se le escapó y retiró muy oportunamente al canciller español García Margallo, pero es seguro, si el FT no miente, que Repsol ya andaba trapicheando con YPF y probablemente no haya obtenido sino lo que ella misma se ha buscado.

Por eso trae cuenta apartar las banderas rojigualdas que agita el gobierno de Mariano Rajoy ayudado por el PSOE para intentar obtener más datos que nos pongan a alguna distancia del embrollo y verlo con cierta nitidez. Lo de “nuestra” es otro de esos árboles que ocultan el bosque.

La primera voz americana que lanzó anatema a la nacionalización de YPF fue el políticamente agonizante –hay elecciones en julio– presidente mexicano Felipe Calderón. PEMEX, la estatal petrolera mexicana, participa con un 9,5% en Repsol después de aquella rocambolesca historia del verano pasado que le costó a Sacyr y a su expresidente Luis del Rivero la posición de accionista de referencia en la petrolera española.

O no tan española, porque, además del 9,5% de PEMEX, el 42% de Repsol es de fondos de inversión multinacionales gestionados por grandes bancos. Y la patria del capital ya sabemos cuál es. Entre “nuestros” propietarios nacionales de Repsol destaca Caixabank, con casi el 13%, y Sacyr, que mantiene el 10%. Como se ve, ejemplar capitalismo popular, aquel invento de Margaret Thatcher y Ronald Reagan llevado al paroxismo por los neocons actuales cuyos desmanes financieros han dado lugar a la actual crisis sistémica.

Tan popular como la cantidad de perjuicios medioambientales por derrames y otras circunstancias, que no son exclusivos de Repsol sino comunes a todas las prospecciones, yacimientos e instalaciones relacionadas con el petróleo.

En la inauguración ayer de la nueva planta de Repsol en Escombreras (Cartagena, Murcia), la mayor inversión industrial en España con 3.000 millones de euros y que estuvo realzada por el Príncipe de Asturias por lo que todos sabemos, la compañía presumió de que, a pesar de haberse duplicado la capacidad de su antigua factoría, el impacto ambiental ha crecido mínimamente.

No es cuestión de discutir sobre ese impacto. Pero hay que señalar que, aun dando por buena esa apreciación, los riesgos ambientales sí han crecido: la puesta en marcha de la nueva planta ha llevado asociada la instalación de un segundo oleoducto de Cartagena a Puertollano que pasa bajo el lecho del pantano del Cenajo, reserva reguladora de todos lo regadíos y el abastecimiento humano de la Cuenca del Segura.

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