domingo, 26 de junio de 2011

Urgencias alimentarias / Ana Etchenique y Gustavo Duch Guillot *

¿Qué sucedió con la gripe A? Son ya muchos meses después del tremendo susto, del agotamiento de las mascarillas y la fiebre vacunal. Como es habitual en estos casos, se pasó de jarreadas de información al más absoluto de los silencios, un cóctel que acaba desorientando por completo a la población consumidora. 

Por ejemplo, ¿recuerdan si dicha gripe estaba originada o no en la producción porcina? Y lo más preocupante, ¿conocemos si se han tomado las medidas apropiadas para evitar situaciones similares? Parece como una película de cine donde te dejan sin conocer quién es el malo y qué se hace con él. Es por esta razón, ahora que la crisis del E.coli empieza amainar, que debemos exigir no sólo mejor información en las fases críticas, sino también un seguimiento completo hasta el final. Hasta que salgan todos los créditos. Veamos. 

Respecto a la información, realmente, ¿qué sabemos la población consumidora de este rompecabezas? Pues por mucho que nos esforcemos en leer, preguntar y exigir, la sensación final no deja de ser inquietante. De entrada, y recordando otras crisis alimentarias como las vacas locas o la propia gripe porcina, ¿es proporcionado el nivel de alarma generado? O incluso, ¿qué intereses se esconden detrás de cada alarma? Las vacas locas dieron lugar a un tremendo negocio para la soja transgénica, la gripe porcina fue el rescate público de muchas farmacéuticas… No es que seamos mal pensados, es que hay antecedentes.

Por otro lado, esta crisis alimentaria y la hemeroteca que junto a ella se genera, alimenta nuevas preocupaciones. La bacteria en cuestión, nos han explicado que es resistente a muchos antibióticos, de ahí su malignidad. Esta capacidad de ser inmune frente a los antibióticos, nos ha parecido entender, puede originarse en su hábitat natural, las granjas animales. Allí, para evitar que los animales enfermen, puede darse un abuso de antibióticos que poco a poco va provocando el desarrollo de estas super-bacterias. ¿Lo hemos entendido bien? Es decir, ¿tenemos un sistema de producción de alimentos que degrada el arsenal médico qué tantas vidas ha salvado?

Por último, el dispositivo de control alimentario, eso que llaman ‘la trazabilidad’ ha tenido un gravísimo desliz. Algunas reacciones insisten en que debemos mejorar el sistema de control, otras apuntan a que es el sistema productivo en sí lo que debemos cambiar. Entonces, ¿es un problema de antivirus y cortafuegos que ya no son suficientes y debemos actualizarlos o mejor sería reinstalar de nuevo todo el sistema operativo?

Durante el clímax de la película se acusó a los pepinos españoles, luego a los brotes verdes de soja que parece han vuelto a la rueda de reconocimiento. Pero se siguen oyendo voces de algunos investigadores que recomiendan que se analicen las granjas intensivas de la zona o incluso otros que apuntan a un origen en alguno de los múltiples uso de la E.coli en procesos de laboratorios alimentarios (esta bacteria es una herramienta común en muchas investigaciones, desde la cura del cáncer a la producción de transgénicos). Pero ya aparece el mensaje más peligroso de todos: -el origen, dice Merckel, puede que nunca se sepa. Lo que nos temíamos, película ‘interruptus’.

La confianza que tan a menudo nos reclama la clase política va ligada a la transparencia y ante este caso, otra vez, la población consumidora nos hemos visto sorprendidos por ‘lo que hay detrás’ de nuestros alimentos, cómo se fabrican, qué rutas viajan y quiénes ganan en este monopoly nutritivo; y nos hemos alarmado por los sucesivos cambios en las declaraciones de los responsables y en los titulares de los medios. Quizás todo esto nos pasa, a la simple clase consumidora, por pura ignorancia personal. Pero pareciera que juegan con nosotras.

En cualquier caso hay que hacer una reflexión en profundidad que encontramos a faltar. Una reflexión por parte de todos los actores de este sistema formado por la gente del campo; la distribución, el transporte y el comercio; responsables de controles sanitarios, la administración y también claro, la población consumidora. Estamos todos en el mismo barco pero en camarotes separados. 

Unos en primera clase, otros en las bodegas. Así que es necesario charlar, pensar y repensar en cómo organizarnos, conocer las características y necesidades de cada sector, para que la confianza y la capacidad de resolver problemas sea la característica de este nuevo modelo alimentario que vamos necesitando. Y esto sí es una urgencia.

(*) Vicepresidenta de CECU. Confederación de Consumidores y Usuarios / Coordinador de la revista SOBERANÍA ALIMENTARIA, BIODIVERSIDAD Y CULTURAS

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